Madrid, el eterno regreso a casa

“A journey is best measured in friends, rather than miles.” – Tim Cahill

Madrid fue mi segundo destino y, al igual que Puerto Escondido, se encuentra en mi Top 3 de lugares predilectos del planeta, por lo que me fue imposible comenzar un viaje alrededor del mundo sin  visitar a los viejos y muy queridos conocidos de esta ciudad.

Madrid es una ciudad hermosa, con grandes atracciones turísticas, fiesta sublime y un sin fin de actividades por hacer; sin embargo, no son las razones que te obligan a amarla y la hacen inmensa, sino la calidad de su gente y su excelente actitud frente a la vida.

El español, en general, es ruidoso, altanero y brutalmente sincero, pero sobre todo es un anfitrión de primera calidad, siempre dispuesto al buen humor y a la camaradería.

Siempre que vuelvo a Madrid no puedo evitar sentir un poco de miedo al recordar una estrofa de Joaquín Sabina que dice “al lugar en que has sido feliz es mejor que no trates nunca de regresar”, a sabiendas que el recuerdo y el cariño pueden ser engañosos y la decepción de la realidad su pronto sustituto; empero, y a pesar de haber regresado más de una decena de veces, Madrid no me ha fallado ni una sola vez y sigue maravillándome en cada ocasión.

Como alguna vez lo expresó un buen amigo español, Madrid, para quien ha tenido la fortuna de conocerla, es, y será siempre, un hogar más, que ofrecerá por igual al forastero y al oriundo  una calurosa bienvenida cuando así lo desee.

El primer día que comencé a residir en Madrid, hace ya varios años, me hospedé en un hostal ubicado sobre Gran Vía, el jet lag, junto con el ruido de la bulliciosa ciudad no me permitió dormir más allá de las tres treinta de la mañana, por lo que decidí salir a la calle a merodear y matar el tiempo restante antes de comenzar mis actividades; sin embargo, al momento de salir del edificio y antes de haber dado más de tres pasos un grupo de juerguistas ya me había abordado, ofreciéndome de sus bebidas embriagantes e invitándome a pasar el rato con ellos. Esta situación no es aislada, sino que se repite en cada excursión al exterior. Incluso con poco presupuesto la diversión y la oportunidad de conocer gente es enorme; 5 pavos (o incluso menos para el abstemio) es más que suficiente para adquirir los insumos necesarios para pasar una soirée de lujo en cualquier plaza donde la gente se reúne a hacer botellón o a salir de marcha por las calles, más que dispuesta a aceptarte en el círculo; un sin fin de festivales y fiestas callejeras donde el gentío se amotina para pasar un buen rato y convivir hasta morir, por la simple razón de celebrar el día, la noche y la vida.

España es un país lleno de gente  amigable y dispuesta a entablar conversación y amistad en el momento en que te cruzas en su camino: en el metro, el Renfe, la marcha, el botellón, donde sea, y aunado a la multiplicidad de vida que ofrece su capital, el abanico de opciones y oportunidades de encuentros y construcción de amistades en esta ciudad es inagotable.

Madrid es una de las ciudades que recomiendo ampliamente para visitar o vivir, pero, sobre todo, para aprovechar los encuentros y la vida pública, que te obligará a apartar un espacioso hueco en tu corazón y recuerdos destinado a ella.

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