Ayer fui invitado al Odalan de la familia de Wayan y Lita, administradores del Surf Camp de Balian. El Odalan es una ceremonia que, en ocasión de la luna llena, reúne a toda la familia para conmemorar la construcción del templo familiar y honrar a sus antepasados.
Además de interesante, fue un pregusto fabuloso a lo que me espera en México en cuanto a carnitas. Luego de las oraciones y bendiciones, pasamos a comer babi guling como verdaderos marranos. Habían sacrificado un puerco de unos 50 kg y les había quedado sabrosísimo. Al principio comí por hambre, luego repetí por cortesía y varias veces más me serví por su puro sabor, ya sin molestarme por disimular mi amor por el marrano rodeándolo de arroz y verduras. Ni los estudios de la OMS sobre el tocino, ni la presión del estomago contra mis costillas o pulmones, ni la chaqueta mental de que quizás surfearía al día siguiente me detuvieron. Comí y comí y fui feliz.
Creo que al rato, casualmente, me daré una vuelta a casa de Wayan y Lita a «saludar».