La Ruta del Pacífico

Empecé a leer a los veintiuno, en un esfuerzo por aprovechar las horas que pasaba en el metro y peserosmientras hacia mi servicio social en Pemex. Antes de esto, claro que se me habían cruzado un par de novelas, algunas inextricables impuestas por el Liceo Francés, otras bestsellers de Tom Clancy o Michael Crichton sugeridas por mi hermano Rafael. Si leí, probablemente fue tras agotar cualquier alternativa de entretenimiento. Hasta los veintiuno, diría que carecía totalmente de la madurez para apreciar un libro sin ilustraciones.

Esto cambio, probablemente, cuando un primo me recomendó Crimen y Castigo. Yo volvía de mi primer verano en Rusia y me gustó poder reconocer las calles de San Petersburgo en las descripciones de Dostoyevski. A partir de entonces he leído todo lo que me han recomendado, pero la vergüenza de no haber leído antes, aunada a una fascinación peculiar con la época victoriana, me llevaron a enfocarme en la literatura clásica francesa, rusa e inglesa.  Zola me marcó por su realismo deprimente; Dickens, por la descripción florida y enlodada de sus personajes y Tolstoi, por su incomparable genio.

Aunque disfruto casi todo lo que leo, hay dos temas que despiertan mi imaginación más que otros: el mar y los descubrimientos. Novelas como la Odisea, Robinson Crusoe, Les voyages du capitaine Cook, Homme libre, A Voyage for Madmen, Os Velhos Marinheiros ou o Capitão de Longo Curso, Relato de un naufrago, Le Comte de Monte-Cristo, Life of Pi, Shackleton’s Boat Journey, Los Cuarenta bramadores, Moby Dick (aunque debo confesar que este me pareció tedioso en su detallada descripción de la industria ballenera) o los libros de Gavin Menzies sobre la circunnavegación que hicieron los chinos en las primeras décadas del siglo XV, me llevan a soñar con zarpar hacia la inmensidad azul. Esto incluso sucedía, para mi sorpresa, cuando en la Universidad estudiaba la disputa entre Holanda y España sobre la propiedad de la Isla de Palmas (o Myangas, como la conocen en Filipinas), o el caso de las Pesquerías islandesas, sobre el conflicto entre el Reino Unido e Islandia por derechos de pesca disque ancestrales. Siempre buscando transportarme hacia un mar distante, hice mi tesis de maestría sobre los efectos que tendría el calentamiento global en el mar y las islas de poca altura, soñando con algún día defender a países como Vanuatu y Tuvalu frente a los grandes contaminantes del orbe. En el trabajo, a veces me engañaba en el mismo sentido, mientras redactaba contratos para la exploración del subsuelo del Golfo de México o de la plataforma continental peruana, o para cargar gasolina en Bonnaire, pero la chaqueta mental duraba poco y caía en cuenta que estaba frente a documentos tan aburridos como las Páginas Amarillas.

Ahora que tengo tiempo para leer y para soñar, pero sobre todo para soltar las riendas de la imaginación, me pongo a pensar qué sigue. La vida en Tailandia es sin duda agradable y aun conozco poco del sureste asiático, pero hay algo en el mar que me llama más que los arrozales, la selva, las montañas, los ríos y los estuarios. Me cuesta identificarlo, pero tampoco me importa no poderlo hacer. Lo acepto como uno debe aceptar la ley de la gravedad, la magia de la física o el paso del tiempo.

Inspirado por las aventuras y desventuras descritas en los libros mencionados, por todo lo que leí sobre los efectos que tendrá la subida del nivel del mar en las islas y atolones del Pacífico Sur, quisiera algún día seguir la ruta de aquellos Europeos que en los siglos XVII y XVIII empezaron a doblar el Cabo de Hornos o a cruzar el Estrecho de Magallanes con animo de descubrir nuevas tierras en el vasto Pacífico. Mi ruta ideal sería zarpar de Valparaiso hacia Juan Fernández, seguir a Más Afuera (isla donde fue abandonado por más de cuatro años el escocés Alexander Selkirk y que también se conoce bajo este nombre, cuyo relato sirvió de inspiración para novelas como Sólo! y Robinson Crusoe), de ahí a Pascua, Islas Pitcairn y por fin la Polinesia Francesa.

Lo ideal, considerando mi limitado presupuesto, es hacer este viaje en un barco ajeno, pero he notado con cierta decepción que la mayoría de los circunnavengantes prefieren ir de Panamá a Galápagos y de ahí directo a la Polinesia Francesa. En aras de encontrar un punto medio, podría empezar el viaje en Panamá, pasar por Galápagos, bajar por la costas de Ecuador, Peru y Chile, para luego virar a estribor y dar con Juan Fernández , antes de emprender el rumbo hacia Pascua y la famosa Bora Bora.

Si hay algún lector interesado en unirse a esta aventura, en patrocinarla, contribuir a ella o en sugerir una forma de hacerla segura y sustentable, sus ideas y apoyo serán enormemente agradecidas. En caso de que hubiera interesados en contribuir para la compra de un velero, podría aceptar que el punto de partida fuera Florida o el Caribe, donde suelen haber buenas gangas (y tal vez más ahora, tras el paso de Irma por la zona), siempre y cuando limitemos el tiempo de paseo y lleguemos a tiempo a Panamá para aprovechar los vientos necesarios para cruzar el Pacífico.

Aquí un bosquejo de las rutas que propongo.

rutadelpacifico

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Y si andas de ocioso y quieres conocer la lista completa de destinos que tengo pendientes, ver fotos y leer un poco acerca de estos, dale click aquí.

En lo que se motivan los patrocinadores para la ruta del Pacífico, cruzaré el Océano Índico a bordo del velero S/Y «Dreamcatcher», comandado por su Capitán canadiense Norm y acompañado de un británico, instructor de vela como yo, Graham. Zarpamos el Sábado 7 de octubre de 2017 de Bali hacia Cocos Keeling, un territorio que Australia compró hace un par de décadas por cacahuates y que se ubica en medio de la nada. Luego de unas compritas, un par de inmersiones y largas sesiones de hueva en la playa, levaremos el ancla para seguir hacia Reunión, lo que también me llena de emoción porque finalmente podré conocer un mentado TOM (Territoire d’outre-mer), 20 años después de que el Liceo Francés me obligó a aprendérmelos todos y a distinguirlos de sus primos, los DOM.

Bali a Nosy Be

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Dejando por un momento el sarcasmo, sin duda será una escala muy interesante. Se rumora que muchas de las «Miss Francia» vienen de ahí, que la música es muy buena, las ciudades y naturaleza preciosas. De Reunión partiremos hacia el norte para bordear Madagascar y tocar tierra en Nosy Be. En Windy podrán ver con claridad qué tipo de olas, tormentas o doldrums vamos a encontrar en el camino. Está página, además de ser una fuente de información relativamente confiable, presenta todo con movimiento y colores que aquellos amantes de las lamparas de lava apreciaran, sobre todo si pueden conectar la computadora a un proyector.

Si les interesa, podrán seguir la ubicación del barco en tiempo real a través de este link. Mi siguiente reporte será por ay de diciembre o enero; fuera.

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