Un Abrazo desde Canggu

Querida familia, amigos, lectores,

Ha sido una semana llena de emociones, con preocupaciones, miedos, lagrimas, sonrisas, risas, suspiros y celebraciones.

Al final, me quedo con una sonrisa, pues mi querido amigo Alejandro Furlong, a.k.a. Sacha Mandinga, se fue sin dolor, tranquilo, feliz y satisfecho con la vida que vivió.

Para mi fue muy lindo estar a su lado, ayudar en lo que podía, ver lo indescriptiblemente bonito y apaciguador que actúan los indonesios en estas situaciones y lo diferente que fue esta experiencia a la que tuve con mi hermano en México, quién si sufrió mucho antes de descansar.

Vivir este suceso en Indonesia y quizás particularmente en Bali me ha puesto a pensar mucho sobre la vida, la muerte y los seres humanos. Pienso en lo contradictorios que somos en estas situaciones, sufriendo desconsoladamente la muerte de alguien pero expresando palabras que pretenden lo contrario. Pienso en la celebración alegre del Día de Muertos en México y a la vez lo mucho que nos flagelamos cuando un ser querido se va. Pienso en lo bonito que las religiones describen el destino de quienes se van y como de cualquier forma nos enoja, frustra y entristece la muerte. Pienso en los convencionalismos y la educación que nos llevan a expresar palabras que no entendemos; a pretender ponernos en los zapatos de quien ha perdido un ser cercano, pero sin considerar de verdad los zapatos específicos, simplemente volviendo a esos convencionalismos. Pienso en la preocupación de muchos, a veces hasta aterradora, sobre lo difícil que se imaginan que ha de ser estar solo, del otro lado del mundo, en un momento así. Pienso en su percepción de la soledad. Pienso en lo difícil que es transmitir el mensaje de que estoy bien, de que voy a seguir adelante, de que Alejandro es una fuente real de inspiración y admiración para mi y que su muerte solo refuerza mi convicción por vivir al máximo cada día. Pienso en como muchos parecen imaginarse o esperar que me ahogaré en tristeza, que me será muy difícil salir del abismo en el que probablemente habré caído. Pienso en nuestra urgencia por llenarnos de distracciones para rápidamente «superar» una muerte, olvidar, aliviar el dolor, etc. Pienso en como yo quiero lo contrario, en como quiero dedicarle días enteros a pensar sobre Furlong, a pensar sobre Rafis, a recordarlos, a tomar lo bueno de ellos y de este viaje e incorporarlo a mi vida. Pienso en como nuestra cultura, nuestras tradiciones y, derivado de estas, nuestros reflejos, nos dificultan terriblemente esto. Pienso en lo que me dijo un gran amigo alguna vez: que había que dedicarle tiempo a estas ideas, por que si no, años más tarde, vuelven y te dan en la madre. Pienso en lo que escuche ahora de otro tremendo amigo: que las muertes duelen tanto porque nos hacen ver todo lo que hubiéramos querido expresar en vida. Pienso en como la muerte nos lleva a expresar nuestros sentimientos y como, con el paso del tiempo, lo volvemos a dejar de hacer.

Esto y mucho más es lo que estoy pensando. No pretendo tener las ideas claras ni decir como habría que reaccionar ante estos sucesos, pues cada persona y cada circunstancia es única.  Lo que no quiero es dejar de pensar sobre esta experiencia, no ahora, no inmediatamente. Quiero vivirla y disfrutarla; quiero aclarar mis ideas y llegar a conclusiones que me permitan ser congruente y feliz.

Por el momento me quedaré aquí en Canggu, Bali, aprovechando la oportunidad que tengo para tomarme un suspiro y enfocar mi mente en estos temas, sin otras distracciones que aquellas que a ratos desee, como revolcarme en las olas, quizás hacer algo de yoga, leer, escribir, escuchar música, conversar o salir a pasear con Chinta Besar o Juanita Chantik.

A principios de octubre retomaré el camino con mi hermano Nicolás y nuestro buen amigo Mohammad, con Chinta Besar y Juanita Chantik y, claro, quien quiera unirse a la caravana de Bali a Batu Karas será bienvenido.

Les ofrezco una disculpa por los errores o falta de claridad que pudiera tener este texto, pues quise expresarme pronto y ya no cuento con el grandioso apoyo editorial de Sacha Mandinga.

Agradezco su preocupación, su cariño y su disposición. Sepan que no estoy solo, pues nadie lo esta y menos en Bali.

Sand Bar, Echo Beach, Canggu, Bali.

Sand Bar, Echo Beach, Canggu, Bali.

4 comentarios en “Un Abrazo desde Canggu

  1. Los admiro y los quiero. Ambos nos han dejado un aprendizaje sobre la vida y sobre la muerte que es invaluable. Les deseo lo mejor a ambos en esta otra parte de sus respectivos viajes. Sé que estarán bien. Un beso.

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  2. Espero que sigas con tus relatos, los disfruto mucho y este en particular me transmitió mucha paz.

    Te mando un fuerte abrazo al otro lado del mundo y a Alex a donde sea que se encuentre.

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  3. Hola

    No nos conocemos, sólo te he visto en fotos y video, y a pesar de todo, me siento muy cercano a ti en este momento.
    La noticia de Alex llegó hasta acá como una cubetada de agua helada, completamente inesperada. Me congeló el corazón.
    He pasado todos estos días pensando en él y en todos los años que nos conocimos, más de 30 quizás, ya ni me acuerdo. He revisado fotos viejas, y he escarbado en mi memoria situaciones y momentos desde nuestra infancia hasta los últimos mensajes que intercambiamos este año. He pensado tanto en su familia, en nuestros amigos, en los Raiders, en tantas cosas… Me ha pegado más fuerte de lo que imaginé que podría hacerlo, y me alegra.
    Me llena los ojos de lágrimas en este momento el pensar que nunca volveré a escuchar esa voz rasposa y esa risa desmedida que salía de esa sonrisa sincera; que nunca sentiré ese abrazo cálido cada vez que nos encontrábamos o nos despedíamos, y recuerdo cómo me preguntaba siempre «¿cómo estás, amigo?». Esa palabra que él usaba sin pena, tan seguro, y que ahora cobra un valor completamente mayor y que atesoro en el corazón.
    Sin duda me duele aún, me entristece y lastima, pero sin duda puedo ver que Furlong ha hecho crecer mi espíritu sin darme cuenta. Y no sólo el mío. Es ahora que ha partido, que ya no está con nosotros, cuando su mensaje de amor y energía más latente está, porque puede verse a través de todos los mensajes, de toda la gente que tocó de una manera especial, porque se puede sentir dentro, porque lo siento yo.
    No sé dónde esté viajando en este momento, no sé a dónde ha ido, pero no dudo ni por un segundo que lo ha hecho feliz, que lo ha hecho estando satisfecho de sus decisiones, de su vida.
    Espero reunirme con él algún día y abrazarlo, darle las gracias y llamarle «amigo».
    Muchas gracias por acompañarle.

    Aníbal

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